Colores cálidos: rojo, amarillo y naranja
Los colores hablan de nuestras emociones e incluso de nuestra percepción de la vida. Es así que decimos 'verlo todo negro', o 'de color de rosa' o 'rojo de ira', 'verde de envidia' o 'una vida gris'. Esta relación coloquial entre los estados afectivos y los colores no es sólo cultural, sino que afecta al ser humano en su globalidad: los colores tiñen nuestra emotividad.Daniel Beresniak, historiador y crítico de arte dice en su obra 'ABC des couleurs': "vivimos en medio de los colores. Lo queramos o no, ellos ejercen una influencia sobre nuestro comportamiento y sobre nuestras emociones. Todos saben que el rojo excita, y el azul calma y relaja... Los colores hablan. Ese lenguaje está compuesto por tonalidades. Hay una gramática y un vocabulario. Estudiar el lenguaje del color nos permite no ser ajenos a nuestro medio ambiente, vivir en armonía con el mundo y, por consiguiente, ser más felices".
Los colores mandan en nuestro ánimo
Todo esto es necesario tenerlo muy en cuenta cuando escogemos los colores con los que nos rodeamos. Tanto nuestro cuerpo físico como el emocional 'saben' qué color precisan para reestablecer la armonía. El mundo tan 'intelectual' y dominado por las modas en que vivimos anula esa capacidad que todos tenemos de 'sentir' qué nos hace bien. No se debe discutir de gustos y, por supuesto, tampoco de los colores y cómo los combinamos, aunque también es cierto que hay una serie de leyes e influencias determinantes de cada uno de estos colores y de cada una de sus tonalidades y de su brillo.El test del psicólogo suizo Lüscher es de gran eficacia para medir estados de ánimo, para saber aquello que nos inquieta y qué posición emocional tenemos con nosotros mismos, frente a la vida y el amor. Analicemos estos colores uno a uno, sabiendo que a veces es muy difícil diferenciar el valor cultural del psicológico propiamente dicho.
Rojo: vivifica y excita
Es un estimulante de la voluntad y del deseo. Aumenta la confianza en uno mismo, pero en exceso o con una tonalidad oscura o sucia lleva a la ira y a la violencia. Es un color para la acción, para vencer limitaciones, para salir del ensimismamiento y de la pasividad. Es el tono de la guerra y de la lucha contra las dificultades, el de la autoafirmación. Un color para luchar contra los propios miedos y para superar la ansiedad.
Igualmente, es el color del fuego y la sangre, del sentido de alerta, del poder y una ayuda para tomar decisiones. Estimula el metabolismo humano y el de la naturaleza en general (las plantas absorben de la luz este color irradiando su complementario, el verde). El rojo 'pompeyano' tan usado en la decoración de las paredes en la Antigua Roma es, sin embargo, cálido y acogedor.
Amarillo: un toque de luminosidad
Es el color más claro, más alegre, luminoso y joven. Estimula la actividad mental y el sistema nervioso, pero de un modo armonioso y sin generar conflictos. Favorece, por tanto, los esfuerzos intelectuales. Aparece asociado al goce de la vida y a la felicidad, a la sensación de plenitud. Es símbolo de madurez, demasiado estimulante para la infancia: es sabido que los niños en cuartos amarillos lloran más.
Es muy efectivo para llamar la atención. De hecho, por su carácter solar, fue asociado en la heráldica al honor y a la lealtad. En China era el color imperial, vinculado a las funciones de gobierno. Sin embargo, el amarillo pálido está asociado a la enfermedad, a los celos, a la cobardía y a la decadencia. En la Edad Media, tanto el amarillo como el verde eran el color del Diablo. Es un tono que pierde un poco de su fuerza cuando es mezclado con el blanco y, por el contrario, aumenta su dinamismo cuando aparece yuxtapuesto a tonalidades más oscuras.
Naranja: un color intermedio
Es el más dinámico, ya que asocia la alegría del amarillo a la acción del rojo. Excita, vivifica y alienta la acción creativa. Es un color que a nadie deja indiferente, pues genera atracción o rechazo. Estimula el trabajo colectivo y la socialización de esfuerzos, y también el apetito del cuerpo. Es un color asociado también al amor (el velo nupcial en la Roma Antigua era azafrán y símbolo del himeneo), al discurso, a la inspiración y a la ciencia elaborada por el espíritu.
Era y es el color de los discípulos del Buda y el del topacio, piedra asociada a Mercurio (llamado precisamente Buda, en la India). Es un color que aumenta el aporte de oxígeno al cerebro y favorece, por tanto, la actividad mental. Combinado con el rojo excita el deseo, la pasión sexual, el deseo de placer, de dominio, la sed de acción. Quizás por ello en heráldica es tanto el color de la fortaleza como de la traición.
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